lunes, 13 de mayo de 2019

Es parte de crecer, Timmy...

Ya pasó más de un mes desde que me mudé a Asunción y puedo concluir que la vida independiente resulta bastante interesante. Es un crecer constante, más constante de lo que uno puede imaginarse. Tener tanto tiempo, en comparación a años atrás, está dando bastantes frutos en varios ámbitos de mi vida pero probablemente el cambio más importante que voy notando se encuentra en mi salud.

Generalmente, lo primero que a uno le viene a la mente cuando mencionamos la palabra “salud” es la ausencia de alguna enfermedad (cosa que tiempo atrás se consideró básicamente como definición de la misma), pero hoy día podemos considerar eso como una definición incompleta. La Organización Mundial de la Salud defina a la salud como un estado de completo bienestar físico, psíquico y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades. Qué interesante, ¿no? La salud hoy día es reconocida desde un aspecto más integral. No reconoce a “un enfermo” netamente como alguien que padece alguna enfermedad, sino como a alguien que padece un desequilibrio en su bienestar biopsicosocial; en otras palabras, se considera a la persona. Es interesante saber esto porque entonces, ubicándonos en ese contexto, estamos constantemente rodeados de “enfermos”; y más interesante aun: muchas veces —sin darnos cuenta— lo estamos.

Es una realidad indiscutible que el paraguayito va a ir a una consulta médica ya cuando su salud esté bastante deteriorada y no aguante la situación o porque se asustó. Un verdadero clásico es el “arriero paraguayo” que padece hipertensión, diabetes, fuma, toma, todo esto por muchos años pero se decide finalmente a ir a consultar cuando un día x siente una taquicardia[1] (o sea que se asusta porque siente que puede morir de un paro cardiaco). Bueno, si nos centramos en la definición de salud que mencioné antes, tan alejados de ese ejemplo no estamos.

En mi caso, una cruz que cargo desde que tengo memoria es mi IMC ˃ 25[2]. Aunque siempre me molestó y trajo grandes inseguridades a mi vida, nunca tomé la firme decisión de solucionar eso. Otro gran drama que me persigue desde hace tiempo es mi no-costumbre de comer fruta ni de practicar ningún deporte (cosa que repercute en el punto anterior). Y en un tiempo más actual (desde que comencé el cursillo de medicina para ser exacto), otro gran problema reside en mi descanso (hasta el año pasado, 2018, dormía un promedio de 4 horas diarias). Todo esto influye directamente en el aspecto biológico de mi salud e indirectamente en los aspectos psíquico y social.

No es difícil hallar la relación. Las inseguridades que puede traer tu aspecto físico generan un terrible efecto en la personalidad de uno (salud psíquica) y muchas veces dificulta el relacionamiento con otras personas (salud social). Con 3/3 pilares dañados, es difícil considerarse “sano” por más que no haya ninguna enfermedad visible presente. Esto se aplica no solo en problemas de orden biológico como la obesidad o la anorexia, sino también en problemas de orden psíquico, tales como baja autoestima, dificultad en el relacionamiento, depresión, y muchas más que conforman una larga lista de “problemas invisibles”; y valga aclarar que el no ser notados a simple vista, no aminora su gravedad.

Puede que todo suene bastante negativo, e incluso existe la posibilidad de que hayas empezado a pensar en tus hábitos no saludables y concluyas que estás en una situación parecida —de cierto modo, eso trataba— pero en realidad es bastante bueno saber todo esto. Un médico no puede curar a un paciente de una enfermedad que no sepa que éste tiene, así como una persona no va al médico si se siente bien. En ambos casos hay un factor común: saber que algo está mal.

Dicho de ese modo, hasta parece sencillo identificar el problema pero en realidad tan fácil no es. La razón de esto es que, en el trajín diario de existir, nos habituamos a omitir las molestias o dolores que no ejercen gran influencia en nuestra vida. Tanto nos acostumbramos a algún tipo de desorden o carencia, que muchas veces pasa eso: nos acostumbramos —ojo: acostumbrarse no es lo mismo que adaptarse; en la primera situación existe la posibilidad de cambiar hechos, al contrario de la segunda situación—. El tema está en que un problema omitido no es un problema resuelto. Evitar algo no hace que desaparezca. Simplemente, superponemos en el tiempo asuntos que no vemos urgentes de resolver. Lo peor de esto último es que así es como damos lugar a que esa urgencia se transforme en emergencia[3] y es allí donde todo se viene cuesta abajo; pero no nos centremos en eso. Es una realidad y hay que reconocerla para poder entrar en conciencia y así evitar caer en ella. Nuevamente insisto, tenemos que saber que algo está mal para poder evitar que empeore. Ese proceso de aprender a abrir los ojos, dejar de minimizar los problemas y encararlos se llama “crecer”.

“Poder decir adiós es crecer”[4] es la estrofa de una canción bastante conocida y no podría estar más de acuerdo. Decir adiós a gente que resta, que solo trae cosas negativas y quita la paz a la vida de uno. Decir adiós a miedos y actitudes como la vergüenza y timidez, que nos encasillan en lo que somos, impidiéndonos “ser más” de lo que somos. Decir adiós a malas costumbres, tratando de arrancarlas de raíz, despidiéndolas desde su origen, que usualmente es la madre de los malos hábitos: la zona de confort. Podemos resumir y asumir que toda la problemática de “salir del acostumbramiento” mencionada anteriormente yace aquí, en ser incapaces de hacer algo porque “estamos luego bien así” y, dicho sea de paso, en ser incapaces de tomar decisiones y aferrarnos a ellas porque “es garra”, porque requiere más esfuerzo del que estamos habituados a hacer. Si logramos autoeducarnos –y quiero hacer énfasis en el “auto” porque depende de uno mismo poder educarse en este ámbito: la vida personal, la que afecta desde adentro– entonces seremos capaces de poder decir el mayor y mejor adiós: a uno mismo, a un yo viejo.

Este yo viejo es un perfil que tenemos de nosotros mismos. En él concebimos nuestras actitudes y aptitudes vividas por bastante tiempo. Esencialmente, no es malo. Es básicamente lo que somos. La razón de que sea bueno decirle adiós es que éste engloba tanto lo positivo como lo negativo de nosotros, y en un yo nuevo tratamos de pulir nuestras asperezas, es decir, todo lo negativo del yo viejo. Este pulimiento de asperezas es algo que se da con el tiempo. Es un cambio paulatino, tanto así, que en varias ocasiones, debemos frenar y mirar atrás, hacer una retrospección para poder darnos cuenta de ello, y justamente hacer esto último es lo que me llevó a sacar la conclusión que mencioné al principio.

Siendo concreto, los principales cambios que pude notar se encasillan por sobre todo en el aspecto biológico de la salud, con su consecuente repercusión en los otros ámbitos. Adoptar la costumbre de salir a caminar, buscar el tener alguna fruta en la heladera y comerla con el desayuno, semanalmente buscar un espacio para ir al Santuario y cuidar mi salud espiritual, dormir un promedio de 6 horas y levantarme a la misma hora todos los días no es algo que pueda considerar poca cosa tomando en cuenta mis antiguos hábitos; y a cada acción, hay una reacción: estoy bajando de peso, a lo largo del día me encuentro menos cansado y mi rendimiento en la universidad está mejorando mucho. Aunque mi anterior ritmo de vida no era el mejor, bajo ninguna circunstancia podría decir que mi vida previa a todo esto era mala, pero ciertamente debo afirmar que nunca pensé que de un momento para otro, podría mejora tanto. Y es algo muy lindo.

Probablemente la razón por la que todo este cambio –que ya hace años necesitaba– se dio recién ahora, es que vivir solo te hace estar más en compañía de uno mismo. José Kentenich[5] llegó a decir que la soledad es fecunda y realmente es así. Usualmente nos omitimos a nosotros mismos en el día a día. En la rutina bien detallada que tenemos, no damos espacio a pensar en lo que hacemos y lo que eso nos hace, en los “efectos colaterales de hacer lo que hacemos”. Vivir solo ayuda a conocerte un poco más en ciertos aspectos. Quizá, también es un momento ideal de probar cosas nuevas, aprovechando la etapa de transición que uno está viviendo. Vivir solo brinda “espacios de soledad” en los que uno puede tener con mayor facilidad esa retrospección de la que hablaba. Y aunque en principio cuesta, vivir de manera independiente es algo que uno debería agradecer, pues no todos tienen esa posibilidad; esa posibilidad de, desde la soledad, crecer.


Elegí “Es parte de crecer, Timmy” como nombre a esta parte de mis crónicas porque es frase de una película[1] de una caricatura que veía cuando niño, y la circunstancia en la que se dijo reflejó un poco a lo que quise llegar con todo lo escrito. Sin entrar en la trama, básicamente la frase fue dicha en un tú a tú de un Timmy (protagonista de la película) niño y su versión adulta, donde éste último lo rescata de una caída; acto que lo sorprendió, pues en ese punto se considera como alguien muy egoísta y no imaginaba poder cambiar eso: no imaginaba poder ser mejor, por lo que fue una grata sorpresa.


Quizá, inconscientemente, muchos tenemos esa misma idea, y ¡qué linda sorpresa saber que nos equivocamos! Pero para poder llegar a esa sorpresa, primeramente debemos poner de nuestra parte y trabajar para poder constantemente renovarnos y ser mejores versiones de nosotros mismos. Suena un tanto complicado, pero no es algo para preocuparse o bajonearse; es un proceso natural que tomará su tiempo según quien lo viva. Básicamente…

Es parte de crecer, Timmy…









[1]  Aumento de la frecuencia cardiaca por encima del valor normal (aproximadamente entre 60-100 latidos por minuto).
[2]  Índice de Masa Corporal superior a 25. Es una manera elegante de decir que estoy gordo.
[3] La urgencia es una situación en la que la vida de una persona podría encontrarse en peligro, mientras que la emergencia es una situación crítica, donde se da por hecho que la vida se encuentra en peligro.
[4]  “Adiós”, de Gustavo Cerati. Álbum: Ahí vamos (2006).
[5]  Sacerdote alemán fundador del Movimiento Apostólico de Schoenstatt.
[6] “Los padrinos mágicos: Cazadores de canales”, de Butch Hartman (2004).

2 comentarios:

  1. Excelente Nico! Me sirvio y me sirve esta reflexión, creo que voy a replantear mi concepto de salud mas firmemente gracias! Diego B

    ResponderBorrar
  2. Harrah's Atlantic City Hotel & Casino - Dr.MD
    Visit 익산 출장마사지 the Harrah's 서귀포 출장안마 Atlantic 창원 출장마사지 City casino in Atlantic City, New Jersey, 군포 출장마사지 for a trip to experience 울산광역 출장샵 it all! From the stylish rooms and the world-class

    ResponderBorrar

Un viaje peculiar & el mejor ocaso

Fin de año: sinónimo de caos, principalmente para los estudiantes universitarios debido a los exámenes finales. Es la época en donde se acr...